
No pudo verse al espejo. Sintió vergüenza. Vacío y vergüenza. El escalofrío le atravesó la piel, la mirada. Lo supo todo, y eso es mucho. Se acurrucó en su propio abrazo y no fue suficiente. Las suelas estaban gastadas, caminaba casi descalza y no se había dado cuenta. Vio que las manos le terminaban en la punta de los dedos y quiso más. Quiso todo. Arregló la casa, se puso guapa y se decidió a salir. Calles, autobuses, barcos, aviones, y kilómetros de camino por delante. Años de camino por delante.
Se recompuso. Intento sorber la mayor cantidad posible de aire, los pulmones se le hincharon y mientras devolvía al viento un largo suspiro, una sonrisa aparecía sincera a engalanarle el rostro. Su cabeza era un mar atardecido. El corazón: un corazón, y estaba dispuesta a usarlo.
IMAGEN:El Globo Rojo, Paul Klee
2 comentarios:
"Vio que las manos le terminaban en la punta de los dedos y quiso más."
Me gusta la idea de que hagás un "corpus" de textos de Clara, esa muchacha, esa anciana, esa niña.
Quizá, dándole alguna dirección; o al contrario, dipersando adrede lo escrito, salga algo interesante.
Bueno viejo esa es un poco la idea... y sin duda un deposito de muchas cosas. abrazo.
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