jueves, 12 de mayo de 2011

Osama ya no asusta.



No podría yo, no dedicarle unas palabras al triste deceso de don Osama Bin Laden. En primer lugar porque cuando corrían los años del 2001 y el viento jugaba simpático con mi larga cabellera, y el vello en mi rostro acumulaba varias pulgadas, los choferes, los niños de las microbuses, algunos amigos y los pintas de las construs, gozaban cuando jocosamente me llamaban como el ahora fallecido. Digamos que esa es la parte sentimental sumada a la vez que en el segundo concierto de Charly en el país, salió vestido al mejor estilo pakistaní.
Ahora la otra parte es un poco más analítica, y puede venir como el agua tibia, pero en realidad me gustaría señalar algunos puntos. El primero, es el exceso de ficción guerrerista que envuelve la sola existencia de Osama desde su creación como principal organizador de los atentados del 9/11, videos de pésima calidad, fotos borroneadas, ubicaciones dudosas, y el mejor ejército del mundo buscando a un carajo en bata que se escondía en unas cuevas entre el desierto sudanés y Teherán, no bastan para convencer de que efectivamente desde ahí se organizaba la mayor conspiración mundial en contra del Imperio. Si Osama estaba muerto o vivo desde hace una semana o cinco años, poco importa, más aún cuando comprobarlo es imposible, casi casi como la autopsia de Roswell.
En otro orden de cosas, cabría lavar los platos, comprar algo de queso, tomarse unas cervezas con los amigos y pensar el verdadero sentido de la alharaca en torno a esto. A Obama, (que no es lo mismo que Osama) le ha ido como el culo en el mejor sentido de la palabra: su popularidad va en franca caída, no ha logrado llevar a cabo de manera exitosa ninguna de las reformas, se le viene la crisis económica encima, luego se revienta un pozo petrolero en medio del océano y para terminar el cuadro, en el Medio Oriente arrancan una ola de movilizaciones de origen aún oscuro que pretenden remover a sus inveterados dictadores, llevando a que la Casa Blanca tomara la decisión de meterse en Libia para ayudar a unos rebeldes con no muy buen curriculum pero bastante cerca de las reservas petroleras, convite al que la OTAN también le entró. Así las cosas, buena parte del pueblo está abiertamente opuesto, no sólo a esa nueva intervención, si no a las que ya se dan cita en Afganistán e Irak, aunque en Irak dicen los chismes que ya no tanto. La reelección se acerca, y esto es necesario para consolidar un montón de cosas que el gobierno de Obama no ha logrado (sorry we can`t) entonces “matar” al enemigo nomber wan del mundo le puede rendir unos réditos electorales importantes cuando tiene a los republicanos encima, atrás y adelante, machacándole sus fracasos.
Pero para evitar la angustia, la gastritis y el mal de corazón, es importante tomar en cuenta que al contrario de otras administraciones que han invadido países para obtener un mayor caudal electoral, o para dejarse de mamadas como en el caso de Clinton, en esta ocasión lo que pareciera ser el móvil es la des-invasión, eso sí, con algún resultado tangible o al menos algo que se le parezca, como lo es en este caso la muerte, el asesinato, la desaparición, del malogrado Osama.
Aún no queda muy claro cómo interpretar la celebración de este hecho como clasificación al mundial en varias ciudades estadounidenses, si la justificación es que representa un alivio porque la muerte se cernía amenazante sobre sus cabezas, pues la cosa tiene sentido, o bien en el caso de tener allegados fenecidos en el atentado, finalmente y sin ser grosero, son de esas gringadas inescrutables.
Ahora, con lo del fallecido y la realidad económica mundial, y las amenazas de muerte que siempre están a nuestro alrededor, puedo afirmar con certeza que no hay nada de qué preocuparse, me parece bastante más peligroso, el arroz con camarones de la princesa marina, los churros de manolos, las bocas de café mundo o las hamburguesas del macdonalds del banco central.