jueves, 19 de agosto de 2010

Queja de la ciudad

Me gustaría caminar sin el sofoco de esta ciudad. La lluvia moja y después hace calor, un calor por dentro. Como si los vigilantes estuvieran bajo el suelo atizando la caldera de los temores, echándole leña al infierno. Ese abismo cercano, ese asusto desintegrador de la sociedad nacional del veintiuno. Es que ni la lluvia refresca lo suficiente, es que no basta para lavar los pecados de este pueblo. Vale hartarse del calor. De los vicios conocidos de los vecinos. Del confort del amor filial. Y el desamor. De la sangre brillante de la tv. Del juego de dos noticiarios que siempre juegan a ganar sin decirnos nada.

Y si supieras que me encantan tus putas esquinas.
Los edificios raídos de rutina.
Los bares de mi infancia.
Tus muertos.

He tratado de reconquistarte todas las noches de juerga. Miento si digo que no lo he logrado en la mirada complaciente de la gorda de Chelles, cuando en la madrugada adivina, o acaso sabe mi afición al pinto con huevos fritos.

Pero hoy. Hoy no me alcanza.

1 comentario:

raaul dijo...

Este está ahogado de hastío! Me gusta que termina absuelto de culpas.

Me gusta la pura transición. Tenés que acostumbrarte de nuevo a nuestra "ciudad" ;)