sábado, 17 de julio de 2010

Un concierto de rock.

Lo mejor del rock, es el rock. Esto implica una inversión de años, quizá unos doce o trece desde que el tipo de anteojos oscuros se me metió en la cabeza y empezó a ponerle letra a los fracasos y a los que no tanto, a las noches, madrugadas y tropezones, y a ponérles música, si, música rock. Lo que sospechábamos no pasaría nunca, pasó: Calamaro en Costa Rica. Vista la posibilidad del evento, las entradas esperaron pacientes por más de un mes hasta que el martes en medio de una amable lluvia de media tarde nos dispusimos con cerveza en mano a calamariar hasta el fin, cosa nada extraña esta, pero no habíamos tenido la posibilidad de que Andrés cantara en vivo. La fila no se hizo nunca, la lluvia siguió y todo indicaba que sería una reunión de amigos grande, minutos antes de las ocho las manos se despidieron de latas, cigarros, y todas las prohibiciones modernas. En el gimnasio el ambiente tenía algo de incertidumbre y un extraño vaho a alcohol, las luces se apagaron y se divisaba al Calamaro en una esquina, sin más, la banda se acomodó y empezó el chivo... los pasos a veces inciertos del músico me sugerían que tenemos el mismo problema los dos, vinieron sus tributos al rock y para cuando sonó El Salmón, el gimnasio era sólo buena vibra y rock. Un sonido confuso, que bien se merece un latazo para la producción, hizo poca mella en aquellos que autoconvocados sabíamos a lo que íbamos. Unos guitarros de lujo, un bajo impecable y un batero de las mil putas, eran el decorado para que la noche calentara, calentara y calentara. Fue evidente la conexión que hizo que el concierto creciera, Andrés agradecido hasta las manos de que en este pedazo de mundo también sabemos rockiar, no se cansó de decirlo al público y nosotros, de mercerlo. Dos horas y resto de Calamaro y todo se acabó, poco antes del final los tipos de amarillo caracterizados por su esupidez, parecían molestos con que saltáramos y brincáramos y apestáramos, pero de un muy buen molote y algunos manotazos no pasó. La Flaca decía que el fin era absoluto, y Calamaro decía que nos quería volver a ver, así que, a pesar de que un rayo no cae nunca en el mismo lugar dos veces... te espero en el mismo lugar, otra vez.

Este post no hubiera sido posible sin la compañía de los buenos amigos, la cerveza, el Jack Daniels y un coche blanco. Gracias a todos.
Al que quiera una crónica seria con el set list y detalles acá hay una
, a los interesados en leer un periodista que va a un concierto sin saber de que va, acá está.